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Las noches de Gonzalo*

Publicado: 2012-09-12

I

Si había luz eléctrica en las noches era jodido. Entorpecía nuestros planes: Jugar a las escondidas. La ocasión para mandarte de boca a esa chica huidiza que te miraba y miraba y miraba. Estaba ‘la italiana’, ‘la ratays’, entre otros cachetes para intentar rozar…la oportunidad perfecta para acariciar esa pálida cintura que olía a perfume de niña. De pronto, le ibas a dar un beso. Tres, dos, uno…un poquito más cerca…ya casi ¡Pummm! ¡Bom! Desconcierto. Frío. Las flamas de las velas tiemblan. El estallido de un cochebomba nos vuelve a la realidad. Los padres llaman a sus hijos para que regresen a sus respectivas casas. La diversión había terminado. Otros se escapaban para seguir cagándose de la risa hasta la madrugada. Entre ellos, yo. Esa vivencia cotidiana. Normal.

II

Las pruebas ninja. En los apagones, nos metemos a un departamento vacío. Forzamos la ventana de uno del block 3-k del conjunto habitacional. Junto con Dennis, Pepe, Pancho, Piolín. Las bautizamos como “las pruebas ninja”, o mejor dicho: vencer nuestro miedo invadiendo propiedad privada. Algunos se pasaban de vivos y asustaban a las chicas en los dormitorios, las que también ingresaban, ya para motivos menos castos. Si llegaba la luz eléctrica los ninjas estaban fritos frente al barrio. Se convertían automáticamente en ‘gatos’.

III

Años lejos, en las alturas de la sierra central, jugamos a los policías versus los terrucos. El típico juego de los niños en los ochentas. Con armas de palo, ganchos, y hondas, nos perdíamos por los bosques de  eucalipto y pino. Con ese olor a pasto húmedo en mis narices, demonios, soy el más feliz. El barro en mis bastas y las zapatillas manchadas. Todo un experto para colgarme de los techos. Nadie me podía agarrar.

IV

Me acuerdo de la explosión en Tarata. Yo vivía en Barranco, casi Surco. El estruendo es tan fuerte que juramos que había sido en el parque municipal. Se iluminó el cielo en feroces segundos, largos, el tiempo luminoso grabado para siempre en la retina. En nuestras mesas hay mucha confusión. Las noticias cada vez más atroces. Las crónicas televisivas unas películas de terror. Después, yo solo pensaba en mis amigas. Y en ver la porno que los demás ya veían.

V

El chato Filip, Denis, y Piolín, practicaban en las noches sin luz un maratónico lanzamiento de medio metro a más. La leche azul por la oscuridad. Nuestras mentes estaban siendo aniquiladas y necesitamos escapar de la realidad. Yo me inscribí en el concurso. Total, uno sólo tenía que bajarse el cierre.

VI

Ahora que recuerdo, estaba traumado. Cuando algún familiar salía a la calle muy tarde, yo pensaba que no iba a volver nunca más. Me sugestionaba. Listo, algún día iba a perder a alguien amado por esto. El clima de la violencia había hecho sus estragos en este pre púber.

VI

¿Cuánto  afectaron a nuestras vidas las noches Gonzalo? ¿Cuánto daño? ¿Qué tan menos agresivos hubiésemos sido en los años que siguieron? Nadie puede estimarlo. Es parte de nuestras vidas y cargamos esa cruz.

La guerra de los gobernantes y asesinos se trasladaron a los niños.

Fueron las mil y una de las noches Gonzalo.

*columna dedicada a Toño;  Ángel. ‘El loco’ se fue repentinamente en la violencia hacia sí mismo. El gordo, cuando piloteaba un helicóptero FAP en la zona VRAE, abatido. Amigos de infancia, juegan nuevamente en los bosques de  eucalipto y pino.

columna publicada enla  revista Siete. 12/setiembre/2012


Escrito por

Luis Torres Montero.

Periodista. Columnista y escritor. Videorreportero. Comprometido con la libertad de prensa, el arte, y los derechos humanos.


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