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La Fuji en el debate presidencial

Publicado: 2011-05-30

Hemos visto a una candidata Fujimori única en el debate presidencial. La de las manos dominantes columpiadas frenéticamente cada vez que sentenciaba algo con esa orondez sacada de sus movidas noventeras. La del rostro alumbrado (no de ideas, sí de rabia contenida; lo mismo que atisbé cuando hablaba al lado del juez César San Martín, ahora con más ardor). Esos ojitos de media luna se olvidaban en varias partes que tenía que mirar a la cámara y no al contrincante.

Los dos candidatos se dieron 'golpes'. A diferencia de un astuto Ollanta que ante todo proyectaba tranquilidad, la candidata perdió los papeles sin el rigor del buen japonés en el arte de la guerra. El tema de la Institucionalidad democrática desde ya era cancha y trinchera de ataque del nacionalista y el ex militar la chuntó. La oriental se picó y más adelante hasta llamó mentiroso al líder de las filas de Gana Perú.

Se siguieron pegando. Y más. Pero con diferentes actitudes. Uno como que no estás a mi altura y la otra como queriéndose subir a su hombro. Acá tengo que ser exacto: Le dijeron a la candidata que tenía que salir con el pie en alto, misma Lourdes Flores Nano en las pasadas elecciones municipales de Lima ¿Temor ante el ascenso de Ollanta en esta semana y que las elecciones lo agarre en el pico? Sus asesores se sienten segundos y quisieron rematar. No lograron su objetivo.

El empate se hubiese mantenido si la Fujimori hubiera tenido más categoría política y no tanto cual respondona hija al tocársele al padre dictador. Ella, la dicción y el ritmo. El lenguaje corporal. Humala, el político sin verbo fácil pero con el "tienen mi palabra" de broche.

La  sangre se le subía del cuello para arriba y eso es muy malo. Tiene una explicación: No respondía las preguntas - lo de las esterilizaciones fue gravitante para menguar la imagen de madre que pretendió - . La vergüenza siempre les hace una mala pasada a los descendientes del país del sol naciente.

La diferencia estuvo en el cinismo: Fujimori volvió a decir que su equipo es intachable con unas manos puestas en el fuego donde salen achicharradas de tanta exposición. Basta ver el pasado de una de sus técnicas, Milagros Maraví, y su pasivo que más teme, el fujimontesinismo, toma actualidad.

Quizá por eso vistió la cruz en el pecho, señal evidente de un estado de gracia con papá lindo, con la protección y venia del cardenal de Lima (Los reaccionarios del Opus Dei y los no menos 'santos' grupos evangélicos en la corona de Lay, y el otro pastor que ya es congresista de su bancada). Cuando dijo que "cargaba una cruz", lo decía literalmente. Y su madre, la torturada por esos años con las bajezas del dictador melló en el nombre del santísimo. Una pregunta queda escrita en el bloc de notas de este Malapalabrero:

Por qué protegió con tanto apasionamiento a la familia Martínez, en el caso Hayduk, diremos "Olluquito", y no lo hizo en su tiempo con su propia madre.

No son momentos de cargar otra cruz.

Pero hubo más señales. Es sonrisa con cachita, ese modo de terminar los ataques con miradas entre la comedia y la mala onda le restaban puntos (Sra. Fujimori, la presidencia es algo serio. Ud. puede contentar con eso a sus simpatizantes en el campo pero no a ese porcentaje de indecisos). La fujimorista se acercaba a esa imagen negativa que dio PPK en la primera vuelta donde se volvió una caricatura en los programas de televisión a los cuales el veterano visitaba.

Me llamó la atención que empezó a hablar en el debate sin saludar, cosa que sí hizo Ollanta de saque. Y recién en la segunda participción lo hizo, se acordó de los buenos modales. Usó el idioma quechua como un anzuelo y Magaly Solier seguramente en alguna parte del mundo movió la cabeza de extrañeza. Pero la gente no es tonta. Se dejó ver que quiere acercarse a esa parte de la zona del sur del Perú donde la votación le es adversa; en su mayoría hablan el idioma y donde la candidata sufre una caída en sus votos de picada.

También la comunicación con la población de sordomudos es como una saludo a la bandera. No le sale y el accesorio queda ahí (¿Carlos Raffo es asesor? Esos son sus formas de impresionar tan de show).

No me explico el por qué de entonar con seguridad los nombres de sus dos pequeñas hijas. Es como si en el debate entre Alberto Fujimori y Mario Vargas Llosa en el 90, el japonés nombre a sus hijos.

Ahí se vio la inmadurez. O el culebrón sentimental para la multitud de madres de familias abnegadas con su próximos asistencialismos de alimentos en sus cierres de campaña.

Quizá el subconciente la traicionó. Exponer sus nombres es clara señal de seguir inmiscuyendo en temas de política al núcleo de su familia y recién formado, cosa que cualquier ser humano debería proteger en estas lides nacionales.

Es ahí, precisamente, donde se volvió a transformar en su padre. El criterio de la cuestión dinástica donde todo fanático fujimorista debe agachar la cabeza.


Escrito por

Luis Torres Montero.

Periodista. Columnista y escritor. Videorreportero. Comprometido con la libertad de prensa, el arte, y los derechos humanos.


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