#ElPerúQueQueremos

15 chuzos sin Chacalón

Publicado: 2009-06-24

Actualizado 25 de junio. 10: 30 a.m.

Hace 15 chuzos que Papá Chacalón no está en Perú, pues chapó visa eterna para irse al corazón del pueblo. Desde allí, se le extraña como a un dios, encaramándose sus restos sobre los quinceañeros marcados por su ausencia con un chuzo de sabor a cebadita. Un paro cardíaco puso su cuerpo en silencio aquel 24 de junio y se volvió en profundo color de la camiseta del Alianza Lima; se transformó en cirios y repisas de sus amigos y fanáticos de su música. En las cárceles, donde sus melodías suenan como soundtracks personales, se llora a mares en la devastadora frustración. Muchas veces, esta Lima oficial bloquea su designio, aunque la ciudad entera está herida de muerte por su choque cultural. Será que Chacalón ayudó a desatar la masiva marginalidad ignorada por los de arriba. Él les daría bofetadas a los cumbiamberos que se creen ‘turris' al rechazar el apelativo de "chicheros", o demandaría a los medios faranduleros por ponerles ese apelativo como si fueran ‘chaplines'. Qué más quisieran que tener la autenticidad del "faraón de la chicha". El sistema aún tarda en digerir la real pegada de la música chicha y su estilo de vida; les duele mostrar sus torreones de chelas, las gorras pá atrás, las yilets en la lengua, panzas al aire y bailes faites en nombre del desamor, la traición y la melancolía (Tongo es una ‘mantequilla' para el deleite cool de los A-1 o pá que las academias de inglés hagan su ‘agosto'). La marginalidad chicha es peligrosa para la clase dominante y, por más serie de televisión que se haga, su fuerza es reprimida. Puede desplegar cualquier cambio y ahogar la trasnochada pretensión política. Chacalón bajó del cerro y tendió puente para el nuevo limeño. Ese que como tú o yo, no sabe cómo reaccionará al escucharlo tan lejos de nuestra tierra. Hasta el día de hoy no se ha conocido a un líder musical que mueva actos y pensamientos, hasta el punto de que muchos lo consideran un santo ¡San Chaka!

(columna)

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Todos extrañamos la partida, hace un quinceañero ya, del "faraón de la chicha", papá Chacalón.

Desde todos los rincones del mundo, hay un peruano, un chacalonero warrior, un cultor de sus canciones, que seguramente se arrincona de nostalgia al escuchar su voz tan sentida y auténtica. Alucino su tumba llena de flores y chuzos en el aire.

La web chacalonera (la de su heredero, José María) lo recuerda así:

Lorenzo Palacios Quispe "Chacalón" aprendió a ver el mundo desde el cielo, desde lo alto de su casa en el Cerro San Cosme, allá cerca de la calle Bondy, en La Victoria, cerca del tanque de agua donde hoy todavía muchos le rezan como si de un santo se tratara, por un milagro que alivie sus penas y para que cuide a los suyos.

El viernes 24 de junio de 1994, un paro cardíaco producto de la diabetes se llevó para siempre al "Angel de los Cerros", como lo llamaban. Más de 20 mil personas lo despidieron en su funeral. "Cuando Chacalón canta, los cerros bajan", fue la frase que se impuso durante su apogeo. "El día que yo me muera, del cielo bajarán otros nuevos cantadores, así Chacalón y La Nueva Crema nunca morirá", dijo Lorenzo alguna vez y hoy, la fiebre de la cumbia y su legado le dan la razón.

¡¡Cuántos medios lo recuerdan? Estos chicheritos y cumbiamberos, que se rindan porque no significan nada en el cancionero peruano.

me quedo con este clásico de clásicos; ya no que bajen del cerro, subamos , malapalabreros!:

malapalabreando, chacaloneando...


Escrito por

Luis Torres Montero.

Periodista. Columnista y escritor. Videorreportero. Comprometido con la libertad de prensa, el arte, y los derechos humanos.


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