Que un padre vea a su hijo boxeador perder el invicto es cosa seria en cualquier disciplina deportiva. Más, si ello acontece en un knockout y siendo él mismo su entrenador. Pasó ayer, en los Reyes Rojos de mi Barranco-X. Minutos antes, el dadi del joven pugilista mexicano Daniel Montoya, vio a ese broder del ‘llaoca' fulgurar sobre el ring de las cuatro perillas frente a su ‘pequeño', haciendo los laterales y ganchos y practicando en modo ‘fantasma' antes de empezar el primer round. Su cacharro paternal palideció. Vio a judas calato con guantes y sólo tuvo ganas de ir al baño. Los malapalabreros, es decir, los entendidos profesores y psicólogos presentes esgrimieron que se le vino la ‘bicicleta', de esas que sobresalen en las olimpiadas; agilitas y rápidas en la hora cero de la laif. El de los Barracones le pintaba para campeón con sus 61 kilos. Y esa raza de barrio puro caló fondo. La picardía innata de los grandes. A la franca, seguramente le trajo al progenitor la versión personal del mismo "Predator", la película de John McTiernan, allá por el año 87. Su vástago, con 12 peleas invictas. El local, con 8. Jonathan Maicelo salió a matar -como siempre- y aunque muchos dicen que se está cansando muy rápido, fue el justo ganador. Los gallos de pelea se quedan chicos por su espinazo de boxeador y el consuelo del padre e hijo sólo fueron unas escarapelas peruanas entregadas en buena onda, mismo fiestas patrias, ahora sobre el pecho de la derrota. PD.-Maicelo tendrá que ganar la pelea del 20 de junio (donde Kina Malpartida defiende su título mundial) para buscar un título continental o latinoamericano. Todas las sandungueras a plantarse para agarrar el futuro cinturón.